jueves, 21 de febrero de 2008

Al cabo de un rato...

Al cabo de un rato, empezó a tranquilizarse. Sentía que las venas del cuello le iban a reventar. Empezó a controlar su desaforada respiración. Los ojos empezaron a enfocar de nuevo. El corazón recuperaba su ritmo normal después de haber estado al borde de la taquicardia. La mano dejó de temblar sin soltar aun la hoja que, lentamente, seguía goteando carmesí.

Sentado en el sofá de su salón, miraba impasible la pantalla de una televisión apagada. Se encendió el último cigarro del paquete que había encima de la mesa. Con la mano apoyada en la rodilla, la ceniza iba cayendo al suelo, pero no importaba, ya nada le importaba. En toda la casa solo permanecía encendida la luz de la cocina.

Decidió levantarse y volver a la habitación. No se atrevió a encender la luz. Aun así la luz de la Luna que entraba por la ventana acentuaba el charco bermellón que poco a poco se iba haciendo más y más grande debajo de la cama. Se dio cuenta de que aun aferraba con fuerza el cuchillo ensangrentado. Lo soltó repentinamente dejándolo caer al suelo. El sonido metálico retumbó en sus oídos. Se acercó a la cama. Recogió el brazo que colgaba y lo puso encima del pecho del cuerpo que yacía allí. Lo tapó con la sabana hasta la frente y salió apresuradamente de la habitación y de la casa, y cayó rendido al pasillo del rellano. Las voces... las malditas voces...

“Tienes que hacerlo”...“ Se lo merece”...” Es tu obligación”... “¡Hazlo, hazlo, hazlo!”... Aun resonaban en su cabeza. Volvió a meter la mano en el bolsillo y sacó el botecito naranja vacío desde hacia días...

2 comentarios:

Itzara dijo...

carai..tremenda historia, pero lamentablemente muy real,espero que estés bien..Un abrazo.

Ethos dijo...

¡¡Ande están las pastillas Mariiiiiiii!!!!!! xDDDD

Congratulations, muy intenso el relato, me agradó ché.